Santo Domingo.- El arquitecto Kalil Michel Presbot pidió a la alcaldesa del Distrito Nacional, Carolina Mejía, la derogación de la resolución 94-98 sobre el Polígono Central de Santo Domingo y la diligente aprobación de nuevas ordenanzas que encaminen a un “modelo de ciudad compacta de espacios polivalentes”.
“Apelando al reiterado compromiso de Carolina Mejía con la ciudad, pido a la alcaldía, la pronta aprobación de nuevas ordenanzas urbanas, para todo el DN. Donde prevalezca el policentrismo, dando prioridad al ciudadano, en un modelo de ciudad compacta de espacios polivalentes, con densidad más inclusiva y vivienda accesible, evitando la gentrificación con desarrollos de usos mixtos, más arborización y más espacios públicos como ámbito de cohesión social, dentro de lo urbano donde Santo Domingo sea un hábitat de calidad, para todos los dominicanos”, expresó el arquitecto en un comunicado.
Michel Presbot sostuvo que, con el paso de los años normas precarias y obsoletas han regido la capital dominicana, generando una urbanidad de baja calidad en detrimento del ciudadano y que “mutilan el potencial de crecimiento de la capital como se ve en el Polígono Central”.
Explicó que, el Polígono Central ocupa 4.26km2 y representa el 4.76% del territorio del DN, albergando “más de 20 centros de salud, 1 escuela pública y 33 colegios privados, 31 bancos, con el 28% del suelo habitacional y el 24% comercial, siendo el polo al que todo los que precisan, desde ofertas gastronómicas hasta opciones educativas, tienen que llegar”.
Refirió que, dicha realidad explica la expansión de la masa gris de construcción, reductora del espacio público con “pobre” oferta verde y escasez de parqueos, con una circulación mayor a 125,000 vehículos diarios, que entre el tapón y los “deliveries” constituyen un caos urbano, provocado por el monocentrismo que aúpa la resolución 94-98.
Michel Presbot advirtió también que, la ciudad se está quedando sin suelo, debido a que al Polígono Central solo le quedan 1.73km edificables, y la resolución 94-98 fomenta mayor ocupación del suelo y baja altura, impidiendo con ello, no solo la compensación vertical para la liberación de suelo para plazas públicas y arbolado, sino que “también encarece los precios inmobiliarios, haciendo incosteable una vivienda para la mayoría de capitaleños, que son forzados a optar por habitáculos informales o a domiciliarse periféricamente, haciendo de la capital una urbe excluyente o lo que es peor, a Santo Domingo, una ciudad para privilegiados”.
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